Este viaje a Estambul, fue bien significativo, especialmente por dos cosas, que atesoraré siempre.
1.- La primera tiene que ver con ese país, ¡¡¡¡ grandioso país¡¡¡¡¡.
Le llaman “encrucijada de las civilizaciones”, en sus 10.000 años, han pasado muchas civilizaciones, orientales y occidentales; hititas, griegos, persas, romanos, mongoles, otomanos, turcos. Entonces, ir a Turquía, era algo diferente a otros viajes, por situarse en el confín de Europa y además, me daba la oportunidad de dar algunos pasos, al menos, en Asia. Por eso, me preparé con tiempo en su historia, tema que no es mi fortaleza, precisamente y me informé, especialmente, acerca de la riqueza que da un pasado absolutamente intercultural. En internet leí algo de su poesía, de su música, de su gastronomía y, especialmente de la ciudad, a través del libro “Estambul” escrito por Orhan Pamuk, Premio Nobel 2006, arquitecto, aunque cambió la arquitectura por la escritura, con gran pesar de su familia.
Esa lectura, fue muy significativa, especialmente en las descripciones vivenciales que él hace de la ciudad, mas precisamente desde el amor a su ciudad, que lo vió nacer y crecer. Pamuk, hace unas descripciones exquisitamente sensibles, que me impresionaron mucho y especialmente porque el leerlas, me motivó a intentar vivirlas, en vivo y en directo.
Una de estas experiencias, fue navegar por el Bósforo, mar poderoso y profundo, en una embarcación pequeña, en un día de invierno; partimos temprano, en un día nuboso y frío, con bastante oleaje. Este tour, nos permitió atisbar, a la distancia, una panorámica de esta ciudad superpoblada y variada, algo vertiginosa y absolutamente fascinante. Partimos bordeando el lado europeo, viendo sus cerros habitados densamente, con edificios multifamiliares, mucha ropa multicolor, tendida, flameando al viento en casas que se mezclan, naturalmente, con torrecillas, cúpulas, palacios y mezquitas; luego, sentimos la pequeñez humana y tecnológica, al cruzar el gigantesco Puente del Bosforo, que une dos continentes, Europa y Asia, es también emocionante, no pude dejar de recordar dos cosas, Marco Polo y el Puente Chacao, este ultimo, no competiría ni en tráfico ni en impacto territorial. El retorno, fue, con un magnifico atardecer rojizo furioso, navegamos pegaditos al lado asiático, que tiene construcciones mas unifamiliares, de solo dos o tres pisos, muy distinguidas, con jardines, balcones, grandes ventanales, embarcaderos y piscinas privadas; todo ello, salpicado de palacios y palacetes, insertos en un cerro muy verde y natural.
En general, en Estambul, hay muchas mansiones y casas de madera deterioradas, salpicadas en calles y avenidas, a veces, entre tilos y cipreses; cerca de Santa Sofia, de la Mezquita Azul o del Palacio Top Kapi; eso llama mucho la atención, algunas semi derruidas, otras simplemente abandonadas, donde, probablemente, sus ricos dueños migraron frente a los muchos cambios culturales y políticos; hay que recordar que la vida republicana y democrática es muy tardía y que los Sultanes y visires, recientemente dejaron de gobernar. Se mezcla todo en esta ciudad, mujeres modernas de jeans con otras muy tradicionales de rostro tapado, algunas desde la mas temprana infancia; hombres con los mejores diseños europeos actuales y otros con bordadas ropas artesanales turcas, también, compiten armoniosamente diversos medios de transporte con miles de peatones, cientos de pescadores situados en cada muelle, en cada puente por alto que sea y en cada segmento libre de borde costero; modernas tiendas de diseño conviven con el Gran Bazar y modernos supermercados conviven con el Bazar de las Especias, construcciones centenarias de gran belleza, dinámica y colorido.
Así es Estambul, una mezcla de pasado y presente, de tradición y modernismo, de un mundo musulmán, que se integra a Europa. El elemento mas diversificador, para mi, estuvo dado, 4 o 5 veces al día cuando desde las muchas iglesias musulmanas, simultáneamente, sale un canto arrastrado, plañidero y potentísimo, que llama a la oración. Algunos ciudadanos, salen desde sus trabajos y entran a las iglesias, a lavarse acuciosamente, manos, pies, oídos. Dentro de las iglesias, solo hay un elemento arquitectónico, una pequeña semi bóveda, que define, con bastante humildad, la dirección de La Meca. Nosotros quedábamos cada vez, largo rato, sobrecogidos y superados, tratando de comprender y sintonizar con esta potente y sensible situación, que nunca habíamos vivido.
Finalmente, les cuento que pude leer algunas poesías, fui a espectáculos de danzas y compré música local, vi joyas, esculturas, pinturas, artesanías, ilustraciones y grabados; pude sentir que es una ciudad grandemente poética y musical, además de, impresionantemente visual, no solo en el terreno del arte, también en sus las imágenes cotidianas, del diario vivir.
Grande Estambul ¡¡¡¡¡¡
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2.- La segunda cosa importante, es que hice este viaje sintiéndome como de 20, debo reconocer que me sentí muy libre, viajando con dos hombres, Enzo mi marido y Emilio, nuestro amigo suizo-chileno. Cumplí los sueños de mi más temprana juventud, éramos así como tres jóvenes mochileros libres por un mundo exótico, para decir lo menos. Nos alojamos en el Hotel Altamina, en un barriecito de calles curvas, cercano a Aya Sophia, en pleno barrio histórico. Tomábamos desayuno en una terraza, tomates, aceitunas, queso de cabra, yogurt natural, mermeladas, panes variados y un rico café. A lo lejos, se escuchaban melancólicas las sirenas de los barcos, esperando su turno para atravesar el Bósforo e ingresar al Mar Negro.
Vagábamos desde la mañana, hasta la noche, visitamos una especie de peña, con comida y música turca, aunque sin alcohol, solo agua y té; visitamos Basílicas, Palacios, Mezquitas, Bazares, cruzamos a pié el Puente Galatea, vimos Danzas Derviches, tomamos tees variados, cervezas y keba, comimos pescado frito callejero, preparado en preciosos y coloridos barquitos o cocinas flotantes, nos sentamos en las callecitas y plazas de Estambul, conversamos, reímos y nos sentimos, llenos de vitalidad y gratamente plenos.
Somos tres turistas, sesentones y pateperros, el frío no nos amainó y al termino del viaje, por si ayuda en algo, Enzo, compró una senda Lámpara de Aladino, para pedirle como deseo, muchos viajecitos parecidos.
¡¡¡¡Que vivan los genios y los deseos cumplidos ¡¡¡¡¡¡ Lupe